NIEVE DORMIDA
Sentada en el frío banco de la estación, Carmen esperaba con incertidumbre
el tren. Un viaje, una ilusión, un encuentro. Cogida de la mano de su hijos,
escuchó a la locomotora Mikado escupir su negro humo y soplar sus zapatas.
Siete años después del fallecimiento de su marido Manuel, Carmen observaba como
los vagones tirados por la locomotora la transportaba hacia la blanca nieve
dormida. Bajó del tren y miró. Manuel le sonrió y mientras se confundían con el
resto de la gente, el blanco humo de la locomotora brilló como nieve dormida en
la ciudad.