lunes, 18 de noviembre de 2013

El cielo es azul

<<¿Se han preguntado alguna vez por qué el cielo es azul? Posiblemente siempre haya sido un hecho lógico y normal para ustedes. Sin embargo, si ese día el Sol pudiera hablar diría que el cielo es negro. Si ese día el Sol pudiera escuchar, diría que el hombre es silente; pero si de verdad ese día el Sol pudiera correr…si pudiera correr, me escaparía con él. Cabalgaría en su blanca luz y al final del viaje, cansado, le pediría que me arropara, como hacia cada noche mi madre. Pero el Sol no podía. Pero yo no podía.
Postrado en el recodo del comedor de casa intentaba encontrar al Sol. Pero aquel juego se había vuelto una hazaña ardua. Aturdido, giraba la cabeza en busca de calor, de una sonrisa, de una mirada que arropara mis sueños. Pero no la tenía.>>


Luis era considerado un chico “raro” por la gente. Sus preguntas, sus respuestas, sus curiosidades… todo era discordante a como estaban acostumbrados. Para ellos el cielo era siempre azul y el sol siempre amarillo. Cada día parecía el mismo y la rutina hacía que no tuvieran nada especial que contar, ni nada interesante que decir. Pero para Luis, cada día era un día nuevo. Aunque todos los días sus padres le llevaran a la escuela en la carroza metálica, aunque su maestra Marisa le insistiera nuevamente en aprender a escribir el número cuatro, aunque todos los días llegará a casa embarrado de pintura de dedos o incluso, aunque como cada día, el cielo fuera azul, Luis tenía la sensación que el tiempo le daba a cada momento cosas distintas y sorprendentes.
-¡Papá, papá! Marisa nos ha contado un cuento de hadas y dragones. El dragón era muy grande y…, y… ¡echaba fuego por una boca gigantesca! La gente corría porque tenía miedo que el dragón les quemara –farfullaba Luis al salir de la escuela-.
-¿Y te ha gustado? –preguntó su padre mientras, cogidos de la mano, se dirigían al coche.
-¡Mucho! Pero papá ¿Por eso la gente corre por la calle? ¿Tienen miedo del dragón?
 -¡No, Luis, no! No hay ningún dragón en la ciudad.
- Entonces… ¿por qué corren?
-¿Sí? ¿Realmente crees que la gente anda muy deprisa por las calles?
- Sí. Y también van mirando para abajo sin reír.
-¡Vaya!, tal vez haya un tesoro escondido en las profundidades de la ciudad y no son capaces de encontrarle –respondió su padre con ironía.
- ¿Y por qué no encuentran el tesoro? –preguntaba Luis mientras no dejaba de mover sus pequeños brazos como enormes aspas de molinos surcando el azulado cielo.
-¿Sabes Luis? A veces a las personas, cuando crecemos, la rutina no nos deja ver más allá de nuestras napias. Tenemos el tesoro enfrente de nosotros pero nuestros ojos se vuelven vagos y nuestros oídos se taponan –terminó respondiendo su padre con una sonrisa serena.

Así entre pregunta y pregunta, y sin saber exactamente que era la rutina ni las napias, Luis comenzó a jugar con su padre a uno de sus juegos favoritos. Como Sherlock Holmes, con su gorra y su lupa, observó el deambular de la gente. Al igual que ellos, Luis buscó el tesoro escondido en las profundidades de la ciudad. Pero al llegar al coche, por mucho que se fijó y buscó, no lo encontró.
<<¿Estarán mis oídos taponados?>>, pensó.
Ya sentado en su silla de coche para niños, Luis escuchó el arranque de los caballos de la carroza metálica petardeando sus corazones para ponerse en marcha. La radio se encendió y el reloj se puso en hora. A  pesar de ello, por mucho que la miraba no entendía nada. Tan sólo pudo descubrir tres números y una vocal: un 1 y un 4 juntos y después una “O” y un 1. 
<<¡Hola amigos y amigas! ¡Buenas tardes! Son las dos. Hoy es 8 de marzo. Y un día más os damos la bienvenida a Cadena Ciudad.>>
Las primeras noticias de la radio local susurraban dentro de la carroza metálica al son que los semáforos comenzaban a robar el tiempo a la ciudad… y el corazón a Luis.
 El regreso a su casa no era muy largo, apenas veinte minutos, pero Luis, como cada día, cansado de tantas horas en la escuela, se recostaba apoyando su codo derecho en la ventanilla mientras miraba el discurrir de la ciudad. El suave rugir de la carroza metálica tirada por ciento cinco caballos hacía el resto para ver como las acacias de alineación en plena acera, se difuminaban para acompañarle en sus sueños.
<<¿Estará el tesoro en los árboles?>>, se preguntó mientras sus ojos se iban cerrando.
Luis podría pasarse horas y horas pensando y soñando, mirando al infinito y preguntándose cosas que los adultos damos por supuesto. Cosas que incluso creemos que son ridículas para preguntarse. Tal vez esa era su “rareza”. Tal vez eso era lo que realmente le diferenciaba.
                                

-¡Cuidado! –el padre de Luis frenó bruscamente.
-¿De dónde han salido éstos? –barbulló alarmado ante la imprudencia de dos jóvenes de unos veinte años, que poseídos por el alcohol, cruzaban la calle colindante a su casa.
Tras volver a arrancar el coche, Luis y su padre desaparecieron por las solitarias calles de su urbanización hasta llegar a casa; pero cerca, junto a la marca del frenazo del coche, quedó caído un pequeño anillo con dos nombres grabados en él.
<<Ana y Ángel 13-05-97>>

Tras aparcar en el garaje de casa, su padre bajó del coche y mientras le quitaba el cinturón de seguridad de la silla le dijo:
-Luis, como sabes, a partir de hoy y durante una temporada mamá no va a ir a trabajar. Debe estar tranquila para que Laura pueda crecer grande y fuerte como tú. Por eso, ahora cuando subas a casa, quiero que le des el beso más fuerte del mundo a mamá.
-¡Y a Laura también! –dijo Luis.
-¡Claro! También a Laura. Ven aquí mi grandullón –reían mientras su padre le hacia cosquillas en la tripa.
Al rato su padre paró de jugar con Luis y le dijo:
-¿Sabes? Hoy tengo un regalo para ti.
-¿Qué regalo papá?
-¡Ah! Debes ser un detective y encontrarle. No obstante, “querido Watson” te daré una pista. “Si miro detenidamente por él puedo ver las cosas mucho más grande de lo que realmente son”.
-¿Sabes ya que es?
Luis negó con la cabeza.
-Otra pista. Te ayudará a encontrar el tesoro que la gente tanto busca por la ciudad.
-Un perrito.
-¡No! No es un perrito–rió-. Déjame pensar… ¡Ya está! “Sí tienes frío, ponla al Sol y su luz pronto te dará calor”.
-¿Tanto calor como mamá? –respondió con preocupación Luis.
Su padre se quedó unos instantes en silencio.
-Bueno, tanto como mamá no. Pero casi.

Mientras pensaba en el misterioso regalo, Luis subía corriendo por las escaleras de su casa en busca de su madre. <<Te ayudará a encontrar el tesoro que la gente tanto busca por la ciudad.>> Como en el cuento de Marisa, sería un caballero derrotando al temible dragón. Se apoderaría del tesoro y se lo llevaría a la gente para que pudieran sonreír y caminar despacio.
Pero los adultos en ocasiones destrozamos nuestros cuentos, nuestras fantasías, nuestras ilusiones… nuestros proyectos.
Ese día en el comedor de su casa, los azulados ojos de Ana brillan ausentes, dormitantes, cerrados, apenas sin vida. Esperan la llegada de Ángel; técnico de laboratorio de instrumentación óptica desde hace tres años, su príncipe azul desde que le conoció con veintitrés, su amigo desde entonces, su marido desde hace seis y a Luis; su detective, su caballero armado, su rey, su alegría diaria, su hijo de cuatro años.


<<¡Hola amigos y amigas! ¡Buenas tardes! Son las dos. Hoy es 8 de marzo. Y un día más os damos la bienvenida a Cadena Ciudad.>>
Sola en casa, esperando la llegada de Ángel y Luis para comer, Ana oía las noticias de la radio en el comedor.
- Esta mañana, se ha erigido el monumento a la "Mujer trabajadora” –relataba el periodista-. El monumento con forma de mujer, contempla la iluminación de un prisma Penta de vidrio. En su base se puede leer un poema de Bertol Brecha que dice “Un hombre que lucha un día es bueno, un hombre que lucha muchos días es mejor, un hombre que lucha todos los días es una mujer”.
Ante aquella noticia Ana se detiene. Observa su mano derecha y sonríe pensativa. Un prisma Penta, de apenas cincuenta y cuatro milímetros, sujeto por un anillo, descansa en su dedo anular.
-Cuando te vi por primera vez en la biblioteca me detuvieron tus ojos azules –dijo Ángel hace ya seis años-. No sé porqué, pero me quedé paralizado. Me perdí en tus ojos. Cuando pasaste a mi lado, para disimular mi nerviosismo, cogí el primer libro que encontré en la estantería y me escondí tras él. Cuando te alejaste lo coloqué de nuevo pero sin casi querer me fijé en su título. <<El Mercader de Venecia de Shakespeare>>  y fue como si el destino me hiciera una mueca…
-¿Y eso por qué? –respondió con intriga una jovencísima Ana.
-<<El mercader de Venecia>> es la historia de un joven aventurero, que quiere conquistar a una bella dama salida de un cuento de hadas, y para ello pone a su mejor amigo en el grave peligro de pagar con su carne a Shylock, un auténtico usurero. Pero lo realmente bonito es el trasfondo de la obra.
 –¿Y cuál es? –musitó Ana.
 -Pues observar como Shakespeare realza a la mujer en tiempos donde apenas ésta era valorada. Es decir, intenta hacernos ver como los hombres somos capaces de apostar nuestras vidas por un tesoro, aunque para ello haya que enfrentarse a la justicia. Curiosamente son las mujeres quienes les enseñan el verdadero significado del amor y de la justicia.
 Después de aquellas palabras Ángel se detuvo un instante.
-Por eso Ana… te doy las gracias por haberme enseñado ese significado –terminó de decir mientras colocaba en su dedo anular un anillo con un prisma Penta en su superficie.

Ante aquellos recuerdos en la tez de Ana se podía vislumbrar un sutil sonrojo. Sin embargo, si ese día el Sol pudiera escuchar diría que el hombre es silente. Pero no lo es. <<El Mercader de Venecia>> cae súbitamente cuando dos individuos encapuchados irrumpen con estruendo en el chalet. Caminan con pasos vigorosos hacia ella. La agarran con dolor por los hombros e intentan tapar su boca. Pero Ana se resiste y comienza a gritar.
Sus manos se mueven como tempestad en el oscuro cielo y golpeando la cara de Shylock consiguen desvelar su rostro.
-¡Puta! –rugió Shylock al tiempo que la empujaba hacia atrás.
Ana tropieza con la alfombra del comedor y su cabeza golpea contra la esquina de la mesa de cristal. Asustado, el otro agresor, observa a Ana inerte en el suelo.
-¡Mierda! ¡Mierda! ¡Esto no estaba previsto! Me dijiste que iba a ser fácil.
-¡Cállate de una puta vez! –el corazón de Shylock se dispara.
-¡Mírala! Está muerta.
-¡No! No lo está –increpó Shylock.
-¿Cómo lo sabes?
Shylock calló durante un instante. Después sonrió y su voz reverberó en el cuerpo de Ana.


<<¿Se han preguntado alguna vez por qué el cielo es azul? Posiblemente siempre haya sido un hecho lógico y normal para ustedes. Sin embargo, si ese día el Sol pudiera hablar diría que el cielo es negro. Encerrada en la prisión de su cuerpo en estado de coma, para mi madre los sonidos son regados por ondulados barrotes que llegan hasta lo más hondo de sus entrañas. La gente desaparece, el olor se esfuma y el color se difumina.>>

-Echando la vista atrás tan sólo tengo recuerdos de aquel día en el que te vi nacer -silbaba el respirador de Ana en cada respiración mecánica-. Desde lo más adentro de mi cuerpo salió el ser humano más bello que podría imaginar. Te acurrucaron junto a mí, sentí tu calor y entre lágrimas pronto supe que ibas a ser especial. No sólo nuestro hijo sino también nuestra alegría diaria. Ahora, el verde de tus ojos se ha convertido en un susurro oscuro; ahora, tu hermana está conmigo, pero las noches se hacen largas sin poder arroparos, sin poder daros un beso en la mejilla y veros dormir.

<<¡Hola amigos y amigas! ¡Buenas tardes! Son las dos. Hoy es 11 de marzo. Y un día más os damos la bienvenida a Cadena Ciudad –exclamó el locutor de radio-. Hoy el coraje y la fuerza de Ana han sacado a cientos de vecinos a las calles de la ciudad para manifestar su dolor ante su trágica muerte. Como hemos venido contando en anteriores emisiones, el pasado día 8, dos jóvenes, en estado de embriaguez, asaltaron el chalet independiente de la victima. Pero lo que en un principio parecía concurrir a un asunto de robo de dinero y joyas se convirtió en un suceso trágico. Tras un primer forcejeo, y queriendo reducir a Ana, los agresores la empujaron vigorosamente con tal mala fortuna que ésta se golpeo duramente contra la esquina de una mesa de cristal del comedor. El fuerte impacto indujo a Ana a un estado de coma del cual no se pudo recuperar. Tampoco se pudo hacer nada por salvar a su bebe, pues Ana estaba embarazada de ocho meses y medio.
La detención de los agresores fue posible gracias a un hecho casual. Un vecino de la urbanización encontró, en una calle próxima al chalet del homicidio, el anillo de Ana el cual contenía un prisma Penta. Este tipo de prismas, utilizados en esculturas, microscopios y cinematografía, poseen una gran resistencia debido a su gran masa de vidrio. Y fue gracias a esta resistencia lo que permitió que el prisma no se rompiera cuando éste cayó en la frenética huida de los agresores. Posteriormente, tras su análisis, se descubrieron restos de sangre de uno de los agresores, posiblemente, y según las investigaciones policiales, resultado de un corte con el anillo tras el forcejeo con la víctima. Ambos han pasado a disposición judicial.>>

<<Un año después de la muerte de mi madre, mi padre y yo, nos fuimos a vivir a Inglaterra. A diez mil metros de altitud, con apenas cinco años, divisé el cielo más azul que nunca antes pude imaginar. Vi las montañas pirenaicas nevadas y, aunque no pude ver a la gente andando despacio, descubrí el rojo anaranjado del crepúsculo al amanecer y con la mirada pude tocar el Sol. Si de verdad ese día el Sol pudiera correr…si pudiera correr, me escaparía con él. Cabalgaría en su blanca luz y al final del viaje, cansado, le pediría que me arropara, como hacia cada noche mi madre. Pero el Sol no podía. Pero yo no podía.>>
Después, cada noche, recostado en la cama, miraba el regalo que ese día, jugando a detectives en el garaje, mi padre me iba a regalar. Una lupa con un mango de prisma Equilátero de vidrio “flint”. Mientras giraba el mango de la lupa observaba el color azul que su prisma proyectaba y allí encontraba a mi madre. Con sus preciosos ojos azules. Sonriéndome.>>


-¿Se han preguntado alguna vez por qué el cielo es azul? –comenzó preguntando el profesor de física Don Luis a sus alumnos de segundo de bachillerato-. Posiblemente siempre haya sido un hecho lógico y normal para ustedes. Sin embargo, observen este prisma equilátero de vidrio de “crown”. Aunque produce una menor dispersión que el vidrio “flint” nos ayudará a explicar el porqué del color azul del cielo.
Como ven la luz se dispersa en un abanico de colores por refracción y como resultado de esta dispersión vemos una gama de colores: violeta, azul, verde, amarillo y rojo. Pues bien –continúo explicando-, la desviación es máxima para los rayos de longitud de onda corta como el violeta y el azul. Una vez desviados, realizan una danza en zigzag en el seno del aire antes de alcanzar el suelo terrestre. Cuando, al fin, llegan a nuestros ojos, no parecen venir directamente del Sol, sino que nos llegan de todas las regiones del cielo. De ahí que el cielo nos parezca azul.

Al acabar la clase, Don Luis cogió su carroza metálica. Escuchó el arranque de los setenta caballos, petardeando sus corazones para ponerse en marcha. Puso la radio y automáticamente se encendió el reloj. Y aunque no miró la hora, éste marcaba cuatro números: un 1 y un 4 juntos y después un 0 y un 1. 
<<¡Hola amigos y amigas! ¡Buenas tardes! Son las dos. Hoy es 8 de marzo. Y un día más os damos la bienvenida a Cadena Ciudad.>>
Como cada día el cielo estaba azul y los semáforos robaban el tiempo a la gente… y el corazón a Don Luis. Tras veinte minutos de atasco, las noticias en la radio terminaron y entre programa y programa, susurrando dentro de la carroza metálica, la canción de “Siete Mares” comenzó a sonar inundando sus recuerdos…
<< (…) Siete mares he surcado, siete mares color azul.
Yo soy nave, voy navegando y mi vela eres tú (…)
Por el cielo va surcando, por el cielo color azul un avión que vuela alto. Diez mil metros de altitud. Desde tierra lo saludan, con la mano se va alejando; No se dónde va (…).
Piensa que el futuro es una acuarela y tu vida es un lienzo que colorear.
Tú lo pintarás.>>
El semáforo se puso verde y un “microsegundo” después el pitido del coche de atrás le volvió a la realidad.

<<Gracias mamá. Gracias por decirme algo hermoso con lo que luchar cada día. Gracias por iluminarme con tus ojos azules. Realmente, el cielo es azul porque tú estás en él>>, musitó mientras miraba el azulado cielo de la ciudad.

Lo que el viento me dejó




No hay nada mejor que un buen desayuno al levantarse. O al menos eso decía mi madre.
-Un buen tazón de leche, cereales, un zumo de naranja recién exprimido y sobre todo, tus magdalenas de chocolate.

En 1984, con apenas 8 años, aquella mezcla de sabores inundaba mis amaneceres dándome los buenos días en una casa cargada de humildad, ilusión y optimismo. Con mi mochila en la espalda y ya enfrente de la puerta del colegio daba un beso de despedida a mi madre y me adentraba en aquellos mundos mágicos.
Por la tarde, en casa, mientras merendaba junto a mi madre, encendía la televisión y Barrio Sésamo comenzaba a proteger mis oídos y a conquistar mi corazón.
-       ¿Qué tal hoy? –me preguntó mi madre.
-       ¡Muy bien! Hoy no tengo muchos deberes –musitaba intentando no perderme aquel capítulo de Espinete.
Mientras hablábamos, mis pupilas jugaban al tenis entre la televisión y ella. Mis incisivos cortaban el pan y el salchichón, mis molares jugaban con ellos triturándolos y mi garganta engullía el zumo de naranja. Sin darme casi cuenta, en la calle el viento comenzaba a soplar haciendo que las hojas de los árboles volaran.
Así cada amanecer y atardecer yo comenzaba a volar con él. Como subido en una hoja, el viento sopló y se llevaba el tiempo. Como subido en una hoja, el viento soplaba y yo con él, crecí…

Veinte años después, con una contrarreloj por equipos, comenzaba en Gijón la Vuelta Ciclista a España y como cada año, se reunían ciento ochenta corredores procedentes de toda Europa. Aquella tarde, el cielo desteñía añil y el horizonte comenzaba a llorar alegría. El reloj marca las cuatro y media los corredores del equipo Relax-Fuenlabrada se disponían a dar sus primeras pedaladas; se colocaban dispuestos a conquistar el viento. Aquel que tantas cosas los ha robado.
En ese equipo, uno de sus corredores  iba a  ver cumplido uno de sus sueños: <<participar en la Vuelta>>. Aquel corredor había trabajado duro para poder estar allí. Su camino no había sido fácil, aunque en el fondo sabía que había merecido la pena. Con el corazón dispuesto a desplegar su fuerza oía como el reloj expiraba su  propia cuenta atrás.
-5, 4, 3, 2 1 ¡inicio! -esbozó el juez árbitro.
Mientras el reloj moría en segundos, cientos de recuerdos invadieron al corredor durante unos instantes…
Es verano del 84, mi cumpleaños, y una pulida caja de madera, del tamaño de una de zapatos, con bisagras ornamentadas penetra en mis ojos. Tiene un tono beige oscuro, brillante, y las vetas bien visibles. En la tapa hay una ardilla taraceada.
-Guarda en esta caja lo que algún día te gustaría sembrar, y recuerda que cada semilla es una rica promesa pues lleva dentro de sí un mundo entero–pronunciaron sabias las palabras de su abuelo.

     Relax-Fuenlabrada era el segundo equipo en salir y TVE comenzaba a retransmitir la etapa. Toda la ilusión en tantos años de trabajo se veía recompensada. El simple hecho de estar allí lo motivaba para seguir muchos años más como ciclista... o eso creía.
Ya en carrera, el nódulo sinoauricular transmitía el impulso nervioso a través del Haz de His haciendo que el corazón bombeara a más de 180 pulsaciones. La velocidad iba aumentando. La lluvia empezaba a hacerlos compañía en su recorrer y el trazado se hacía cada vez más sinuoso. Curva a la izquierda, el cuentakilómetros marca 60 k/h…demasiada velocidad para aquella angosta curva. Al salir disparado hacia delante, como si de una catapulta se tratara, su cuerpo choca duramente contra un frío y húmedo asfalto asturiano. Así, magullado y dolorido espera la ayuda de los auxiliares. El tiempo parece detenerse y los recuerdos florecen.

Navego en mares tranquilos de juegos en mi barrio, en mi calle, en el patio de mi escuela. Mi barco pirata despliega sus frondosas y elegantes velas en multitud de profundos océanos de deportes, de anchos mares de juegos junto a mis amigos. El fin se antoja sencillo y útil: disparar con cañones hacia una isla llamada Diversión.
Durante el viaje, miro por la ventanilla y al instante noto una emoción que me es familiar. El mar ha dejado paso a las montañas. En la cima de una colina, dominada por una casa de color blanco, puedo sentir aquel cobijo de unos padres educándome, distinguir el amanecer de aquellas verdosas mañanas de verano y otear las azules tardes de invierno. Aquellas luces tenues y rojizas me traen el olor y el sabor, mientras en la calle el viento arrecia fuerte.
Cierro la escotilla y mi mirada desaparece en la hontananza de aquel océano. Aquellas profundas y cristalinas aguas ondulan suavemente y se me manifiestan como coyunturas gratificantes y enriquecedoras. Mientras mi mente se sumerge, Diversión se comienza a divisar. En su aproximación, empiezan a resurgir diferentes islas. Islas de incalculable valor. Islas llamadas Cooperación y Superación.
 Mi navío pirata echa el ancla. He llegado. Desciendo de la embarcación. La arena genera tal cantidad de interacciones personales que la brisa me parece fortalecer mi persona y mi sonrisa esboza una alegre mirada. Diversión me muestra su sabiduría y me inundo de ella...
...Pero, al momento, el viento sopla fuerte, el mar se agita, la lluvia no me deja ver. Algo sucede.
Las oscuras tormentas escrutan hacia Diversión. Pausado, a los pies de una hoguera, observo el aplastante océano. Sus cristalinas aguas se han convertido en aguas profundas, oscuras y agitadas. Diversión parece estar amenazada. Abro el calidoscopio para ver nuevos navíos queriendo arribar en la isla. Pero... "están desviando su latitud",  no distinguen los islotes Cooperación y Superación".
La lluvia comienza a caer salvajemente. Algunos de los navíos retroceden en su intento y abordan islas anexas a Diversión. Islas como Victoria y Resultado. Islas diferentes a Diversión. El tiempo pasa y en su discurrir atrapa al reloj de arena. Mi latitud se detiene en Diversión, pero su sabiduría me conduce hacia Cooperación y Superación. Ellas me enseñan el nuevo camino a realizar. Camino que me conduce hacia otras islas llamadas Trabajo.

Al pasar la línea de meta una chica con mirada dulce y verdosa lo espera.
 -¿Qué ha pasado? –se pregunta para intentar disimular su esperanza.
Los segundos, los minutos parecen que se han olvidado de avanzar. El locutor no dice nada y la angustia toma el control.
-Si estoy aquí es porque he luchado por ello. Ya sabes -retumban aquellas palabras que cierto día aquel corredor la dijo.

 El equipo ha llegado ya pero él no aparece. Diez minutos después aquel corredor, magullado y sin apenas apoyar las manos sobre el manillar entra racaneante en meta. Sus ojos inyectados en impotencia buscan apoyo. El corredor se detiene pero el dolor le hace sentir que no puede tener ese momento de descanso a su lado. No puede detenerse por aquellas entrañables tierras de recuerdos.. Es ella quién corriendo a su lado hasta donde puede lo ve desaparecer por las calles de Gijón.
Ya en el coche del equipo, el corredor se derrumba. No puede apenas caminar.    
     -¡No os preocupéis, estoy bien! -susurran sus labios por el móvil en un intento de no preocupar a su familia por la noticias que los pudieran llegar de la televisión.
El reloj avanza y sin apenas poder moverse, el corredor oye el cantar de las sirenas de la ambulancia dirección al hospital de Gijón. Dos horas después, se oye el expirar de la lluvia. Las oscuras tormentas se disuelven dejando un húmedo vapor en el seco aire. Su bravía furia, está dejando paso a un mojado y tenue cosquilleo que golpea en la rojiza teja del techo del hospital. La espera se está haciendo larga.
-Puedes volver a correr mañana. No tienes nada roto, pero la caída ha sido muy fuerte y dudo mucho que puedas terminar –de manera fría y seca aquellas  palabras del doctor volatilizaban sus sueños.

Otoño del 94, la luna se forja en una dura batalla con el desteñido cielo. La batalla manifiesta al ganador, el cual deja paso a un lienzo violeta celestial dormitado y perezoso. Durante ese contraste de luces, los colores más intensos de la caja aparecían aposentados en la ardilla taraceada en la tapa.
“Guarda en ella lo que algún día te gustaría sembrar”.
         Con 18 años, mis ojos brillan y mis manos tiemblan. Un último vistazo y cierro la caja con una carta en su interior titulada “Recuerdos inolvidables” en el agradecimiento a mis amigos, a mis padres y a mis maestros por todos esos viajes por el mar de la educación, el juego, el deporte y la diversión.

El 29 de septiembre del 2003 la Vuelta a España terminó. Ganó Roberto Heras y magullado por aquella caída, aquel corredor consiguió acabarla. Pudo  acabar con los 3250 kms, apenas pedaleando con una pierna. Recorrió  cada escondite de la península ibérica. Igual que cuando era niño, igual que cuando escribió “Recuerdos inolvidables”. Aunque fuera el último, el farolillo rojo, aunque el viento soplará fuerte; mereció la pena…

Ya en casa, el sol emitía su último rayo verde. Durante aquel período, en la reflexión, pude comprender que todo tiene un porqué. Abrí la ventana y escuché al viento ulular. Supe que ya no debía luchar contra él, tan sólo escucharlo.

“Guarda en ella lo que algún día te gustaría sembrar” –susurró.