<<¿Se
han preguntado alguna vez por qué el cielo es azul? Posiblemente siempre haya
sido un hecho lógico y normal para ustedes. Sin embargo, si ese día el Sol
pudiera hablar diría que el cielo es negro. Si ese día el Sol pudiera escuchar,
diría que el hombre es silente; pero si de verdad ese día el Sol pudiera
correr…si pudiera correr, me escaparía con él. Cabalgaría en su blanca luz y al
final del viaje, cansado, le pediría que me arropara, como hacia cada noche mi
madre. Pero el Sol no podía. Pero yo no podía.
Postrado
en el recodo del comedor de casa intentaba encontrar al Sol. Pero aquel juego
se había vuelto una hazaña ardua. Aturdido, giraba la cabeza en busca de calor,
de una sonrisa, de una mirada que arropara mis sueños. Pero no la tenía.>>
Luis
era considerado un chico “raro” por la gente. Sus preguntas, sus respuestas,
sus curiosidades… todo era discordante a como estaban acostumbrados. Para ellos
el cielo era siempre azul y el sol siempre amarillo. Cada día parecía el mismo
y la rutina hacía que no tuvieran nada especial que contar, ni nada interesante
que decir. Pero para Luis, cada día era un día nuevo. Aunque todos los días sus
padres le llevaran a la escuela en la carroza metálica, aunque su maestra
Marisa le insistiera nuevamente en aprender a escribir el número cuatro, aunque
todos los días llegará a casa embarrado de pintura de dedos o incluso, aunque
como cada día, el cielo fuera azul, Luis tenía la sensación que el tiempo le
daba a cada momento cosas distintas y sorprendentes.
-¡Papá,
papá! Marisa nos ha contado un cuento de hadas y dragones. El dragón era muy
grande y…, y… ¡echaba fuego por una boca gigantesca! La gente corría porque
tenía miedo que el dragón les quemara –farfullaba Luis al salir de la escuela-.
-¿Y
te ha gustado? –preguntó su padre mientras, cogidos de la mano, se dirigían al
coche.
-¡Mucho!
Pero papá ¿Por eso la gente corre por la calle? ¿Tienen miedo del dragón?
-¡No, Luis, no! No hay ningún dragón en la
ciudad.
-
Entonces… ¿por qué corren?
-¿Sí?
¿Realmente crees que la gente anda muy deprisa por las calles?
-
Sí. Y también van mirando para abajo sin reír.
-¡Vaya!,
tal vez haya un tesoro escondido en las profundidades de la ciudad y no son
capaces de encontrarle –respondió su padre con ironía.
-
¿Y por qué no encuentran el tesoro? –preguntaba Luis mientras no dejaba de
mover sus pequeños brazos como enormes aspas de molinos surcando el azulado
cielo.
-¿Sabes
Luis? A veces a las personas, cuando crecemos, la rutina no nos deja ver más
allá de nuestras napias. Tenemos el tesoro enfrente de nosotros pero nuestros
ojos se vuelven vagos y nuestros oídos se taponan –terminó respondiendo su
padre con una sonrisa serena.
Así
entre pregunta y pregunta, y sin saber exactamente que era la rutina ni las
napias, Luis comenzó a jugar con su padre a uno de sus juegos favoritos. Como Sherlock
Holmes, con su gorra y su lupa, observó el deambular de la gente. Al igual que
ellos, Luis buscó el tesoro escondido en las profundidades de la ciudad. Pero al
llegar al coche, por mucho que se fijó y buscó, no lo encontró.
<<¿Estarán
mis oídos taponados?>>, pensó.
Ya
sentado en su silla de coche para niños, Luis escuchó el arranque de los
caballos de la carroza metálica petardeando sus corazones para ponerse en
marcha. La radio se encendió y el reloj se puso en hora. A pesar de ello, por mucho que la miraba no
entendía nada. Tan sólo pudo descubrir tres números y una vocal: un 1 y un 4
juntos y después una “O” y un 1.
<<¡Hola
amigos y amigas! ¡Buenas tardes! Son las dos. Hoy es 8 de marzo. Y un día más
os damos la bienvenida a Cadena Ciudad.>>
Las
primeras noticias de la radio local susurraban dentro de la carroza metálica al
son que los semáforos comenzaban a robar el tiempo a la ciudad… y el corazón a
Luis.
El regreso a su casa no era muy largo, apenas veinte
minutos, pero Luis, como cada día, cansado de tantas horas en la escuela, se
recostaba apoyando su codo derecho en la ventanilla mientras miraba el
discurrir de la ciudad. El suave rugir de la carroza metálica tirada por ciento
cinco caballos hacía el resto para ver como las acacias de alineación en plena
acera, se difuminaban para acompañarle en sus sueños.
<<¿Estará
el tesoro en los árboles?>>, se preguntó mientras sus ojos se iban
cerrando.
Luis
podría pasarse horas y horas pensando y soñando, mirando al infinito y
preguntándose cosas que los adultos damos por supuesto. Cosas que incluso
creemos que son ridículas para preguntarse. Tal vez esa era su “rareza”. Tal
vez eso era lo que realmente le diferenciaba.
-¡Cuidado!
–el padre de Luis frenó bruscamente.
-¿De
dónde han salido éstos? –barbulló alarmado ante la imprudencia de dos jóvenes
de unos veinte años, que poseídos por el alcohol, cruzaban la calle colindante
a su casa.
Tras
volver a arrancar el coche, Luis y su padre desaparecieron por las solitarias calles
de su urbanización hasta llegar a casa; pero cerca, junto a la marca del
frenazo del coche, quedó caído un pequeño anillo con dos nombres grabados en
él.
<<Ana y Ángel
13-05-97>>
Tras
aparcar en el garaje de casa, su padre bajó del coche y mientras le quitaba el
cinturón de seguridad de la silla le dijo:
-Luis,
como sabes, a partir de hoy y durante una temporada mamá no va a ir a trabajar.
Debe estar tranquila para que Laura pueda crecer grande y fuerte como tú. Por
eso, ahora cuando subas a casa, quiero que le des el beso más fuerte del mundo a
mamá.
-¡Y
a Laura también! –dijo Luis.
-¡Claro!
También a Laura. Ven aquí mi grandullón –reían mientras su padre le hacia
cosquillas en la tripa.
Al
rato su padre paró de jugar con Luis y le dijo:
-¿Sabes?
Hoy tengo un regalo para ti.
-¿Qué
regalo papá?
-¡Ah!
Debes ser un detective y encontrarle. No obstante, “querido Watson” te daré una
pista. “Si miro detenidamente por él puedo ver las cosas mucho más grande de lo
que realmente son”.
-¿Sabes
ya que es?
Luis
negó con la cabeza.
-Otra
pista. Te ayudará a encontrar el tesoro que la gente tanto busca por la ciudad.
-Un
perrito.
-¡No!
No es un perrito–rió-. Déjame pensar… ¡Ya está! “Sí tienes frío, ponla al Sol y
su luz pronto te dará calor”.
-¿Tanto
calor como mamá? –respondió con preocupación Luis.
Su
padre se quedó unos instantes en silencio.
-Bueno,
tanto como mamá no. Pero casi.
Mientras
pensaba en el misterioso regalo, Luis subía corriendo por las escaleras de su
casa en busca de su madre. <<Te ayudará a encontrar el tesoro que la
gente tanto busca por la ciudad.>> Como en el cuento de Marisa, sería un
caballero derrotando al temible dragón. Se apoderaría del tesoro y se lo
llevaría a la gente para que pudieran sonreír y caminar despacio.
Pero
los adultos en ocasiones destrozamos nuestros cuentos, nuestras fantasías,
nuestras ilusiones… nuestros proyectos.
Ese
día en el comedor de su casa, los azulados ojos de Ana brillan ausentes, dormitantes,
cerrados, apenas sin vida. Esperan la llegada de Ángel; técnico de laboratorio
de instrumentación óptica desde hace tres años, su príncipe azul desde que le
conoció con veintitrés, su amigo desde entonces, su marido desde hace seis y a
Luis; su detective, su caballero armado, su rey, su alegría diaria, su hijo de cuatro
años.
<<¡Hola
amigos y amigas! ¡Buenas tardes! Son las dos. Hoy es 8 de marzo. Y un día más
os damos la bienvenida a Cadena Ciudad.>>
Sola en casa, esperando la llegada de Ángel y
Luis para comer, Ana oía las noticias de la radio en el comedor.
- Esta mañana, se ha erigido el monumento a
la "Mujer trabajadora” –relataba el periodista-. El monumento con forma de
mujer, contempla la iluminación de un prisma Penta de vidrio. En su base se
puede leer un poema de Bertol Brecha que dice “Un hombre que lucha un día es bueno, un hombre que lucha muchos días es
mejor, un hombre que lucha todos los días es una mujer”.
Ante
aquella noticia Ana se detiene. Observa su mano derecha y sonríe pensativa. Un prisma Penta, de apenas
cincuenta y cuatro milímetros, sujeto por un anillo, descansa en su dedo
anular.
-Cuando te vi por primera vez en la
biblioteca me detuvieron tus ojos azules –dijo Ángel hace ya seis años-. No sé
porqué, pero me quedé paralizado. Me perdí en tus ojos. Cuando pasaste a mi
lado, para disimular mi nerviosismo, cogí el primer libro que encontré en la
estantería y me escondí tras él. Cuando te alejaste lo coloqué de nuevo pero
sin casi querer me fijé en su título. <<El Mercader de Venecia de Shakespeare>> y fue como si el destino me hiciera una
mueca…
-¿Y eso por qué? –respondió con intriga una
jovencísima Ana.
-<<El
mercader de Venecia>> es la historia de
un joven aventurero, que quiere conquistar a una bella dama salida de un cuento
de hadas, y para ello pone a su mejor amigo en el grave peligro de pagar con su
carne a Shylock, un auténtico usurero. Pero lo realmente bonito es el trasfondo
de la obra.
–¿Y cuál es? –musitó Ana.
-Pues observar como Shakespeare realza a la
mujer en tiempos donde apenas ésta era valorada. Es decir, intenta hacernos ver
como los hombres somos capaces de apostar nuestras vidas por un tesoro, aunque
para ello haya que enfrentarse a la justicia. Curiosamente son las mujeres
quienes les enseñan el verdadero significado del amor y de la justicia.
Después de aquellas palabras Ángel se detuvo
un instante.
-Por eso Ana… te doy las
gracias por haberme enseñado ese significado –terminó de decir mientras colocaba
en su dedo anular un anillo con un prisma Penta en su superficie.
Ante aquellos recuerdos en la tez de Ana se
podía vislumbrar un sutil sonrojo. Sin embargo, si ese día el Sol pudiera
escuchar diría que el hombre es silente. Pero no lo es. <<El Mercader de Venecia>> cae
súbitamente cuando dos individuos encapuchados irrumpen con estruendo en el
chalet. Caminan con pasos vigorosos hacia ella. La agarran con dolor por los
hombros e intentan tapar su boca. Pero Ana se resiste y comienza a gritar.
Sus manos se mueven como tempestad en el
oscuro cielo y golpeando la cara de Shylock consiguen desvelar su rostro.
-¡Puta! –rugió Shylock al tiempo que la
empujaba hacia atrás.
Ana tropieza con la alfombra del comedor y su
cabeza golpea contra la esquina de la mesa de cristal. Asustado, el otro
agresor, observa a Ana inerte en el suelo.
-¡Mierda! ¡Mierda! ¡Esto no estaba previsto!
Me dijiste que iba a ser fácil.
-¡Cállate de una puta vez! –el corazón de
Shylock se dispara.
-¡Mírala! Está muerta.
-¡No! No lo está –increpó Shylock.
-¿Cómo lo sabes?
Shylock calló durante un instante. Después
sonrió y su voz reverberó en el cuerpo de Ana.
<<¿Se han preguntado alguna vez por qué
el cielo es azul? Posiblemente siempre haya sido un hecho lógico y normal para
ustedes. Sin embargo, si ese día el Sol pudiera hablar diría que el cielo es
negro. Encerrada en la prisión de su cuerpo en estado de coma, para mi madre los
sonidos son regados por ondulados barrotes que llegan hasta lo más hondo de sus
entrañas. La gente desaparece, el olor se esfuma y el color se
difumina.>>
-Echando la vista atrás tan sólo tengo recuerdos
de aquel día
en el que te vi nacer -silbaba el respirador de Ana en cada
respiración mecánica-. Desde lo más adentro de mi cuerpo salió el ser humano más bello que
podría imaginar. Te acurrucaron junto a mí, sentí tu calor y entre lágrimas pronto
supe que ibas a ser especial. No sólo nuestro hijo sino también
nuestra alegría diaria. Ahora, el verde de tus ojos se ha convertido en un
susurro oscuro; ahora, tu hermana está conmigo, pero las noches se hacen largas
sin poder arroparos, sin poder daros un beso en la mejilla y veros dormir.
<<¡Hola
amigos y amigas! ¡Buenas tardes! Son las dos. Hoy es 11 de marzo. Y un día más
os damos la bienvenida a Cadena Ciudad –exclamó el locutor de radio-. Hoy el
coraje y la fuerza de Ana han sacado a cientos de vecinos a las calles de la ciudad
para manifestar su dolor ante su trágica muerte. Como hemos venido contando en
anteriores emisiones, el pasado día 8, dos jóvenes, en estado de embriaguez,
asaltaron el chalet independiente de la victima. Pero lo que en un principio
parecía concurrir a un asunto de robo de dinero y joyas se convirtió en un
suceso trágico. Tras un primer forcejeo, y queriendo reducir a Ana, los
agresores la empujaron vigorosamente con tal mala fortuna que ésta se golpeo
duramente contra la esquina de una mesa de cristal del comedor. El fuerte
impacto indujo a Ana a un estado de coma del cual no se pudo recuperar. Tampoco
se pudo hacer nada por salvar a su bebe, pues Ana estaba embarazada de ocho
meses y medio.
La detención de los agresores fue posible gracias
a un hecho casual. Un vecino de la urbanización encontró, en una calle próxima
al chalet del homicidio, el anillo de Ana el cual contenía un prisma Penta.
Este tipo de prismas, utilizados en esculturas, microscopios y cinematografía,
poseen una gran resistencia debido a su gran masa de vidrio. Y fue gracias a
esta resistencia lo que permitió que el prisma no se rompiera cuando éste cayó
en la frenética huida de los agresores. Posteriormente, tras su análisis, se
descubrieron restos de sangre de uno de los agresores, posiblemente, y según
las investigaciones policiales, resultado de un corte con el anillo tras el
forcejeo con la víctima. Ambos han pasado a disposición judicial.>>
<<Un
año después de la muerte de mi madre, mi padre y yo, nos fuimos a vivir a
Inglaterra. A diez mil metros de altitud, con apenas cinco años, divisé el cielo
más azul que nunca antes pude imaginar. Vi las montañas pirenaicas nevadas y,
aunque no pude ver a la gente andando despacio, descubrí el rojo anaranjado del
crepúsculo al amanecer y con la mirada pude tocar el Sol. Si de verdad ese día
el Sol pudiera correr…si pudiera correr, me escaparía con él. Cabalgaría en su
blanca luz y al final del viaje, cansado, le pediría que me arropara, como
hacia cada noche mi madre. Pero el Sol no podía. Pero yo no podía.>>
Después,
cada noche, recostado en la cama, miraba el regalo que ese día, jugando a
detectives en el garaje, mi padre me iba a regalar. Una lupa con un mango de prisma
Equilátero de vidrio “flint”. Mientras giraba el mango de la lupa observaba el
color azul que su prisma proyectaba y allí encontraba a mi madre. Con sus
preciosos ojos azules. Sonriéndome.>>
-¿Se han preguntado alguna vez por qué el
cielo es azul? –comenzó preguntando el profesor de física Don Luis a sus
alumnos de segundo de bachillerato-. Posiblemente siempre haya sido un hecho
lógico y normal para ustedes. Sin embargo, observen este prisma equilátero de
vidrio de “crown”. Aunque produce una menor dispersión que el vidrio “flint”
nos ayudará a explicar el porqué del color azul del cielo.
Como ven la luz se dispersa en un abanico de
colores por refracción y como resultado de esta dispersión vemos una gama de
colores: violeta, azul, verde, amarillo y rojo. Pues bien –continúo
explicando-, la desviación es máxima para los rayos de longitud de onda corta
como el violeta y el azul. Una vez desviados, realizan una danza en zigzag en
el seno del aire antes de alcanzar el suelo terrestre. Cuando, al fin, llegan a
nuestros ojos, no parecen venir directamente del Sol, sino que nos llegan de
todas las regiones del cielo. De ahí que el cielo nos parezca azul.
Al acabar la clase, Don Luis cogió su carroza
metálica. Escuchó el arranque de los setenta caballos, petardeando sus corazones
para ponerse en marcha. Puso la radio y automáticamente se encendió el reloj. Y
aunque no miró la hora, éste marcaba cuatro números: un 1 y un 4 juntos y
después un 0 y un 1.
<<¡Hola amigos y amigas! ¡Buenas
tardes! Son las dos. Hoy es 8 de marzo. Y un día más os damos la bienvenida a
Cadena Ciudad.>>
Como
cada día el cielo estaba azul y los semáforos robaban el
tiempo a la gente… y el corazón
a Don Luis. Tras veinte minutos de atasco, las noticias en la radio terminaron
y entre programa y programa, susurrando dentro de la carroza metálica, la
canción de “Siete Mares” comenzó a
sonar inundando sus recuerdos…
<<
(…) Siete mares he surcado, siete mares color azul.
Yo
soy nave, voy navegando y mi vela eres tú (…)
Por
el cielo va surcando, por el cielo color azul un avión que vuela alto. Diez mil
metros de altitud. Desde tierra lo saludan, con la mano se va alejando; No se
dónde va (…).
Piensa
que el futuro es una acuarela y tu vida es un lienzo que colorear.
Tú
lo pintarás.>>
El semáforo se puso
verde y un “microsegundo” después el pitido del coche de atrás le volvió a la
realidad.
<<Gracias
mamá. Gracias por decirme algo hermoso con lo que luchar cada día. Gracias por
iluminarme con tus ojos azules. Realmente, el cielo es azul porque tú estás en
él>>, musitó mientras miraba el azulado cielo de la ciudad.