lunes, 18 de noviembre de 2013

El cielo es azul

<<¿Se han preguntado alguna vez por qué el cielo es azul? Posiblemente siempre haya sido un hecho lógico y normal para ustedes. Sin embargo, si ese día el Sol pudiera hablar diría que el cielo es negro. Si ese día el Sol pudiera escuchar, diría que el hombre es silente; pero si de verdad ese día el Sol pudiera correr…si pudiera correr, me escaparía con él. Cabalgaría en su blanca luz y al final del viaje, cansado, le pediría que me arropara, como hacia cada noche mi madre. Pero el Sol no podía. Pero yo no podía.
Postrado en el recodo del comedor de casa intentaba encontrar al Sol. Pero aquel juego se había vuelto una hazaña ardua. Aturdido, giraba la cabeza en busca de calor, de una sonrisa, de una mirada que arropara mis sueños. Pero no la tenía.>>


Luis era considerado un chico “raro” por la gente. Sus preguntas, sus respuestas, sus curiosidades… todo era discordante a como estaban acostumbrados. Para ellos el cielo era siempre azul y el sol siempre amarillo. Cada día parecía el mismo y la rutina hacía que no tuvieran nada especial que contar, ni nada interesante que decir. Pero para Luis, cada día era un día nuevo. Aunque todos los días sus padres le llevaran a la escuela en la carroza metálica, aunque su maestra Marisa le insistiera nuevamente en aprender a escribir el número cuatro, aunque todos los días llegará a casa embarrado de pintura de dedos o incluso, aunque como cada día, el cielo fuera azul, Luis tenía la sensación que el tiempo le daba a cada momento cosas distintas y sorprendentes.
-¡Papá, papá! Marisa nos ha contado un cuento de hadas y dragones. El dragón era muy grande y…, y… ¡echaba fuego por una boca gigantesca! La gente corría porque tenía miedo que el dragón les quemara –farfullaba Luis al salir de la escuela-.
-¿Y te ha gustado? –preguntó su padre mientras, cogidos de la mano, se dirigían al coche.
-¡Mucho! Pero papá ¿Por eso la gente corre por la calle? ¿Tienen miedo del dragón?
 -¡No, Luis, no! No hay ningún dragón en la ciudad.
- Entonces… ¿por qué corren?
-¿Sí? ¿Realmente crees que la gente anda muy deprisa por las calles?
- Sí. Y también van mirando para abajo sin reír.
-¡Vaya!, tal vez haya un tesoro escondido en las profundidades de la ciudad y no son capaces de encontrarle –respondió su padre con ironía.
- ¿Y por qué no encuentran el tesoro? –preguntaba Luis mientras no dejaba de mover sus pequeños brazos como enormes aspas de molinos surcando el azulado cielo.
-¿Sabes Luis? A veces a las personas, cuando crecemos, la rutina no nos deja ver más allá de nuestras napias. Tenemos el tesoro enfrente de nosotros pero nuestros ojos se vuelven vagos y nuestros oídos se taponan –terminó respondiendo su padre con una sonrisa serena.

Así entre pregunta y pregunta, y sin saber exactamente que era la rutina ni las napias, Luis comenzó a jugar con su padre a uno de sus juegos favoritos. Como Sherlock Holmes, con su gorra y su lupa, observó el deambular de la gente. Al igual que ellos, Luis buscó el tesoro escondido en las profundidades de la ciudad. Pero al llegar al coche, por mucho que se fijó y buscó, no lo encontró.
<<¿Estarán mis oídos taponados?>>, pensó.
Ya sentado en su silla de coche para niños, Luis escuchó el arranque de los caballos de la carroza metálica petardeando sus corazones para ponerse en marcha. La radio se encendió y el reloj se puso en hora. A  pesar de ello, por mucho que la miraba no entendía nada. Tan sólo pudo descubrir tres números y una vocal: un 1 y un 4 juntos y después una “O” y un 1. 
<<¡Hola amigos y amigas! ¡Buenas tardes! Son las dos. Hoy es 8 de marzo. Y un día más os damos la bienvenida a Cadena Ciudad.>>
Las primeras noticias de la radio local susurraban dentro de la carroza metálica al son que los semáforos comenzaban a robar el tiempo a la ciudad… y el corazón a Luis.
 El regreso a su casa no era muy largo, apenas veinte minutos, pero Luis, como cada día, cansado de tantas horas en la escuela, se recostaba apoyando su codo derecho en la ventanilla mientras miraba el discurrir de la ciudad. El suave rugir de la carroza metálica tirada por ciento cinco caballos hacía el resto para ver como las acacias de alineación en plena acera, se difuminaban para acompañarle en sus sueños.
<<¿Estará el tesoro en los árboles?>>, se preguntó mientras sus ojos se iban cerrando.
Luis podría pasarse horas y horas pensando y soñando, mirando al infinito y preguntándose cosas que los adultos damos por supuesto. Cosas que incluso creemos que son ridículas para preguntarse. Tal vez esa era su “rareza”. Tal vez eso era lo que realmente le diferenciaba.
                                

-¡Cuidado! –el padre de Luis frenó bruscamente.
-¿De dónde han salido éstos? –barbulló alarmado ante la imprudencia de dos jóvenes de unos veinte años, que poseídos por el alcohol, cruzaban la calle colindante a su casa.
Tras volver a arrancar el coche, Luis y su padre desaparecieron por las solitarias calles de su urbanización hasta llegar a casa; pero cerca, junto a la marca del frenazo del coche, quedó caído un pequeño anillo con dos nombres grabados en él.
<<Ana y Ángel 13-05-97>>

Tras aparcar en el garaje de casa, su padre bajó del coche y mientras le quitaba el cinturón de seguridad de la silla le dijo:
-Luis, como sabes, a partir de hoy y durante una temporada mamá no va a ir a trabajar. Debe estar tranquila para que Laura pueda crecer grande y fuerte como tú. Por eso, ahora cuando subas a casa, quiero que le des el beso más fuerte del mundo a mamá.
-¡Y a Laura también! –dijo Luis.
-¡Claro! También a Laura. Ven aquí mi grandullón –reían mientras su padre le hacia cosquillas en la tripa.
Al rato su padre paró de jugar con Luis y le dijo:
-¿Sabes? Hoy tengo un regalo para ti.
-¿Qué regalo papá?
-¡Ah! Debes ser un detective y encontrarle. No obstante, “querido Watson” te daré una pista. “Si miro detenidamente por él puedo ver las cosas mucho más grande de lo que realmente son”.
-¿Sabes ya que es?
Luis negó con la cabeza.
-Otra pista. Te ayudará a encontrar el tesoro que la gente tanto busca por la ciudad.
-Un perrito.
-¡No! No es un perrito–rió-. Déjame pensar… ¡Ya está! “Sí tienes frío, ponla al Sol y su luz pronto te dará calor”.
-¿Tanto calor como mamá? –respondió con preocupación Luis.
Su padre se quedó unos instantes en silencio.
-Bueno, tanto como mamá no. Pero casi.

Mientras pensaba en el misterioso regalo, Luis subía corriendo por las escaleras de su casa en busca de su madre. <<Te ayudará a encontrar el tesoro que la gente tanto busca por la ciudad.>> Como en el cuento de Marisa, sería un caballero derrotando al temible dragón. Se apoderaría del tesoro y se lo llevaría a la gente para que pudieran sonreír y caminar despacio.
Pero los adultos en ocasiones destrozamos nuestros cuentos, nuestras fantasías, nuestras ilusiones… nuestros proyectos.
Ese día en el comedor de su casa, los azulados ojos de Ana brillan ausentes, dormitantes, cerrados, apenas sin vida. Esperan la llegada de Ángel; técnico de laboratorio de instrumentación óptica desde hace tres años, su príncipe azul desde que le conoció con veintitrés, su amigo desde entonces, su marido desde hace seis y a Luis; su detective, su caballero armado, su rey, su alegría diaria, su hijo de cuatro años.


<<¡Hola amigos y amigas! ¡Buenas tardes! Son las dos. Hoy es 8 de marzo. Y un día más os damos la bienvenida a Cadena Ciudad.>>
Sola en casa, esperando la llegada de Ángel y Luis para comer, Ana oía las noticias de la radio en el comedor.
- Esta mañana, se ha erigido el monumento a la "Mujer trabajadora” –relataba el periodista-. El monumento con forma de mujer, contempla la iluminación de un prisma Penta de vidrio. En su base se puede leer un poema de Bertol Brecha que dice “Un hombre que lucha un día es bueno, un hombre que lucha muchos días es mejor, un hombre que lucha todos los días es una mujer”.
Ante aquella noticia Ana se detiene. Observa su mano derecha y sonríe pensativa. Un prisma Penta, de apenas cincuenta y cuatro milímetros, sujeto por un anillo, descansa en su dedo anular.
-Cuando te vi por primera vez en la biblioteca me detuvieron tus ojos azules –dijo Ángel hace ya seis años-. No sé porqué, pero me quedé paralizado. Me perdí en tus ojos. Cuando pasaste a mi lado, para disimular mi nerviosismo, cogí el primer libro que encontré en la estantería y me escondí tras él. Cuando te alejaste lo coloqué de nuevo pero sin casi querer me fijé en su título. <<El Mercader de Venecia de Shakespeare>>  y fue como si el destino me hiciera una mueca…
-¿Y eso por qué? –respondió con intriga una jovencísima Ana.
-<<El mercader de Venecia>> es la historia de un joven aventurero, que quiere conquistar a una bella dama salida de un cuento de hadas, y para ello pone a su mejor amigo en el grave peligro de pagar con su carne a Shylock, un auténtico usurero. Pero lo realmente bonito es el trasfondo de la obra.
 –¿Y cuál es? –musitó Ana.
 -Pues observar como Shakespeare realza a la mujer en tiempos donde apenas ésta era valorada. Es decir, intenta hacernos ver como los hombres somos capaces de apostar nuestras vidas por un tesoro, aunque para ello haya que enfrentarse a la justicia. Curiosamente son las mujeres quienes les enseñan el verdadero significado del amor y de la justicia.
 Después de aquellas palabras Ángel se detuvo un instante.
-Por eso Ana… te doy las gracias por haberme enseñado ese significado –terminó de decir mientras colocaba en su dedo anular un anillo con un prisma Penta en su superficie.

Ante aquellos recuerdos en la tez de Ana se podía vislumbrar un sutil sonrojo. Sin embargo, si ese día el Sol pudiera escuchar diría que el hombre es silente. Pero no lo es. <<El Mercader de Venecia>> cae súbitamente cuando dos individuos encapuchados irrumpen con estruendo en el chalet. Caminan con pasos vigorosos hacia ella. La agarran con dolor por los hombros e intentan tapar su boca. Pero Ana se resiste y comienza a gritar.
Sus manos se mueven como tempestad en el oscuro cielo y golpeando la cara de Shylock consiguen desvelar su rostro.
-¡Puta! –rugió Shylock al tiempo que la empujaba hacia atrás.
Ana tropieza con la alfombra del comedor y su cabeza golpea contra la esquina de la mesa de cristal. Asustado, el otro agresor, observa a Ana inerte en el suelo.
-¡Mierda! ¡Mierda! ¡Esto no estaba previsto! Me dijiste que iba a ser fácil.
-¡Cállate de una puta vez! –el corazón de Shylock se dispara.
-¡Mírala! Está muerta.
-¡No! No lo está –increpó Shylock.
-¿Cómo lo sabes?
Shylock calló durante un instante. Después sonrió y su voz reverberó en el cuerpo de Ana.


<<¿Se han preguntado alguna vez por qué el cielo es azul? Posiblemente siempre haya sido un hecho lógico y normal para ustedes. Sin embargo, si ese día el Sol pudiera hablar diría que el cielo es negro. Encerrada en la prisión de su cuerpo en estado de coma, para mi madre los sonidos son regados por ondulados barrotes que llegan hasta lo más hondo de sus entrañas. La gente desaparece, el olor se esfuma y el color se difumina.>>

-Echando la vista atrás tan sólo tengo recuerdos de aquel día en el que te vi nacer -silbaba el respirador de Ana en cada respiración mecánica-. Desde lo más adentro de mi cuerpo salió el ser humano más bello que podría imaginar. Te acurrucaron junto a mí, sentí tu calor y entre lágrimas pronto supe que ibas a ser especial. No sólo nuestro hijo sino también nuestra alegría diaria. Ahora, el verde de tus ojos se ha convertido en un susurro oscuro; ahora, tu hermana está conmigo, pero las noches se hacen largas sin poder arroparos, sin poder daros un beso en la mejilla y veros dormir.

<<¡Hola amigos y amigas! ¡Buenas tardes! Son las dos. Hoy es 11 de marzo. Y un día más os damos la bienvenida a Cadena Ciudad –exclamó el locutor de radio-. Hoy el coraje y la fuerza de Ana han sacado a cientos de vecinos a las calles de la ciudad para manifestar su dolor ante su trágica muerte. Como hemos venido contando en anteriores emisiones, el pasado día 8, dos jóvenes, en estado de embriaguez, asaltaron el chalet independiente de la victima. Pero lo que en un principio parecía concurrir a un asunto de robo de dinero y joyas se convirtió en un suceso trágico. Tras un primer forcejeo, y queriendo reducir a Ana, los agresores la empujaron vigorosamente con tal mala fortuna que ésta se golpeo duramente contra la esquina de una mesa de cristal del comedor. El fuerte impacto indujo a Ana a un estado de coma del cual no se pudo recuperar. Tampoco se pudo hacer nada por salvar a su bebe, pues Ana estaba embarazada de ocho meses y medio.
La detención de los agresores fue posible gracias a un hecho casual. Un vecino de la urbanización encontró, en una calle próxima al chalet del homicidio, el anillo de Ana el cual contenía un prisma Penta. Este tipo de prismas, utilizados en esculturas, microscopios y cinematografía, poseen una gran resistencia debido a su gran masa de vidrio. Y fue gracias a esta resistencia lo que permitió que el prisma no se rompiera cuando éste cayó en la frenética huida de los agresores. Posteriormente, tras su análisis, se descubrieron restos de sangre de uno de los agresores, posiblemente, y según las investigaciones policiales, resultado de un corte con el anillo tras el forcejeo con la víctima. Ambos han pasado a disposición judicial.>>

<<Un año después de la muerte de mi madre, mi padre y yo, nos fuimos a vivir a Inglaterra. A diez mil metros de altitud, con apenas cinco años, divisé el cielo más azul que nunca antes pude imaginar. Vi las montañas pirenaicas nevadas y, aunque no pude ver a la gente andando despacio, descubrí el rojo anaranjado del crepúsculo al amanecer y con la mirada pude tocar el Sol. Si de verdad ese día el Sol pudiera correr…si pudiera correr, me escaparía con él. Cabalgaría en su blanca luz y al final del viaje, cansado, le pediría que me arropara, como hacia cada noche mi madre. Pero el Sol no podía. Pero yo no podía.>>
Después, cada noche, recostado en la cama, miraba el regalo que ese día, jugando a detectives en el garaje, mi padre me iba a regalar. Una lupa con un mango de prisma Equilátero de vidrio “flint”. Mientras giraba el mango de la lupa observaba el color azul que su prisma proyectaba y allí encontraba a mi madre. Con sus preciosos ojos azules. Sonriéndome.>>


-¿Se han preguntado alguna vez por qué el cielo es azul? –comenzó preguntando el profesor de física Don Luis a sus alumnos de segundo de bachillerato-. Posiblemente siempre haya sido un hecho lógico y normal para ustedes. Sin embargo, observen este prisma equilátero de vidrio de “crown”. Aunque produce una menor dispersión que el vidrio “flint” nos ayudará a explicar el porqué del color azul del cielo.
Como ven la luz se dispersa en un abanico de colores por refracción y como resultado de esta dispersión vemos una gama de colores: violeta, azul, verde, amarillo y rojo. Pues bien –continúo explicando-, la desviación es máxima para los rayos de longitud de onda corta como el violeta y el azul. Una vez desviados, realizan una danza en zigzag en el seno del aire antes de alcanzar el suelo terrestre. Cuando, al fin, llegan a nuestros ojos, no parecen venir directamente del Sol, sino que nos llegan de todas las regiones del cielo. De ahí que el cielo nos parezca azul.

Al acabar la clase, Don Luis cogió su carroza metálica. Escuchó el arranque de los setenta caballos, petardeando sus corazones para ponerse en marcha. Puso la radio y automáticamente se encendió el reloj. Y aunque no miró la hora, éste marcaba cuatro números: un 1 y un 4 juntos y después un 0 y un 1. 
<<¡Hola amigos y amigas! ¡Buenas tardes! Son las dos. Hoy es 8 de marzo. Y un día más os damos la bienvenida a Cadena Ciudad.>>
Como cada día el cielo estaba azul y los semáforos robaban el tiempo a la gente… y el corazón a Don Luis. Tras veinte minutos de atasco, las noticias en la radio terminaron y entre programa y programa, susurrando dentro de la carroza metálica, la canción de “Siete Mares” comenzó a sonar inundando sus recuerdos…
<< (…) Siete mares he surcado, siete mares color azul.
Yo soy nave, voy navegando y mi vela eres tú (…)
Por el cielo va surcando, por el cielo color azul un avión que vuela alto. Diez mil metros de altitud. Desde tierra lo saludan, con la mano se va alejando; No se dónde va (…).
Piensa que el futuro es una acuarela y tu vida es un lienzo que colorear.
Tú lo pintarás.>>
El semáforo se puso verde y un “microsegundo” después el pitido del coche de atrás le volvió a la realidad.

<<Gracias mamá. Gracias por decirme algo hermoso con lo que luchar cada día. Gracias por iluminarme con tus ojos azules. Realmente, el cielo es azul porque tú estás en él>>, musitó mientras miraba el azulado cielo de la ciudad.

No hay comentarios:

Publicar un comentario