-¡Deprisa!
¡Levántate!
Aquella voz,
levantó a Malak. Sin saber qué hora era. Sin saber qué estaba sucediendo. Su
madre la cogió, y ocultando su miedo, la colocó junto a sus hermanas en el
salón de su renovada casa.
-¿Qué ocurre
mamá?
No ocurre nada,
Malak. Mira, vamos a hacer un juego. Vamos a hacer como si hubiera un fuego en
el bloque. ¿Te acuerdas lo que tenías que hacer, verdad?
Malak no sabía
qué decir. Cansada y aturdida solo quería volver a dormir.
Pero el humo
comenzaba a entrar.
Malak era cogida
por su madre, mientras veía que sus hermanas eran llevadas por su padre. En la
oscuridad y con el humo entrando en sus pulmones, comenzaron a bajar por unas
estrechas escaleras.
-¿Dónde está
Malak? –preguntó Paula a su mamá mientras la fila del colegio avanzaba.
Mientras entraba
a clase, observó el hueco vacío que dejó su amiga Malak y el sol brilló en
Londres con la misma fuerza que lo hizo el fuego en la noche anterior.
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